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Escapada de desconexión

¿Quién no ha tenido la sensación alguna vez de desaparecer o hacer un viaje a algún lado del mapa donde nadie te conozca? Cambiar de aires aunque sea unos días.

Cuando esa necesidad se convierte en acción, algo en el interior te hace decidir y te impulsa a  hacer esos viajes en plan mochilero, cámara en mano y elegir un lugar donde el idioma sea diferente además de la cultura, para poder comprobar hasta donde pueda llegar tú poder de supervivencia en lugares extraños y fuera de tu zona de confort.

Hace unos años, en octubre del 2014 decidí hacer uno de  esos  viajes que si lo comentas suena a locura pero solo aquellas personas con corazón rebelde y aventurero puede entender; sin apenas conocimientos de inglés y movida por la curiosidad de cómo sería la sensación de estar en un sitio donde no conociera a nadie me lancé al vacío y salté.

Mi estado en aquella época era de asfixia, necesitaba salir de la isla, aquella isla que un su día me enamoró dejando mi ciudad de origen, la que me vio nacer y crecer, una ciudad cosmopolita de península, llamada Barcelona.

La isla cuando la pise por primera vez me pareció un paraíso donde vivir y volver a empezar de cero. En aquellos momentos la isla estaba siendo como una cárcel para mí, enjaulada más bien dicha. Así que decidí abrir la puerta y escapar, abrí mis alas y volé en busca de aventuras y probar cosas nuevas. Decidí elegir como destino Londres, mi inglés como he dicho anteriormente era más bien bajo, pero la verdad no me importaba, supe que sabría defenderme sola en aquella gran ciudad que hoy día me dejó con ganas de ver más. Aún recuerdo cuando  cogí la maleta de mano, que me cupiera lo justo para cuatro días, mi cámara de fotos que siempre me acompaña siendo mi mejor amiga y rumbo hacía Londres en un vuelo LOW COST.

 

Cuando llegué allí, al principio me dio algo de miedo, no era la primera vez que viajaba sola pero si era la primera vez que lo hacía sola.

Menos mal que en mi mismo vuelo había un chico fotógrafo que se percató de mi estado y me ayudó  explicándome  que tenía que hacer cuando saliera del aeropuerto. Ahora se preguntarán: ¿Cómo sabía que era fotógrafo? Pues mediante el vuelo vi como con su ordenador editaba con el Photoshop fotografías impresionantes de modelos de revista.

Me quedé todo el trayecto como una boba mirando que técnicas usaba para editar ya que unos de los motivos que me impulsó a realizar ese viaje fue el poder traerme fotografías que quedasen plasmada una historia, mi historia. Me cuesta poder somatizar mis estados de ánimo e incluso desahogarme, por eso me volqué en la fotografía como una vía de escape que me ayudase a contar con una o varias capturas mis estados de ánimo o contar una consecución de hechos, que solamente el que me conoce de verdad puede interpretarlo, solo que hay muy pocas personas que me conocen de verdad.

A pesar de ser una chica sonriente, simpática, extrovertida, divertida, algo tímida y muy habladora, no soy de contar mis cosas, incluso aunque se me vea que soy de estar siempre rodeada de personas, me caracterizo más bien como una mujer solitaria y aventurera.


Cuando desembarqué mi intención era ver si realmente me gustaba Londres para vivir, aunque sería un gran salto ya que cambiaría de país, pero en realidad lo que me apetecía era desconectar y tener mi rato, mi momento y los días para mí.

Sería como un retiro, sin hablar con nadie y así poder conectar conmigo de nuevo. Estaba perdida y no sabía que camino de la vida elegir, así que lo que parecía una locura me ayudó a levantarme y hacer más fuerte, dándome cuenta de que da igual el lugar donde vivas, no existe un lugar exacto para ser feliz o empezar desde cero, ya que el sitio donde se encuentra la felicidad está dentro de nosotros, y da igual donde nos encontremos geográficamente para empezar desde cero, ya que cada día amanece y anochece, por lo que cada día tenemos la oportunidad de volver a empezar.

Me sorprendió porque en España ya sabemos que para trabajar en un aeropuerto te exigen mínimo hablar el inglés, y que el español el segundo idioma más hablado en el mundo no supieran hablarlo. En fin, tuve que buscarme la vida y saber cómo preguntar por el metro, me imaginé que sería como Madrid o Barcelona que están en la misma terminal. Así que empecé a buscarlo y cuando lo encontré con aquellas palabras que decía “Underground” dentro de un círculo rojo me dije: ¿A dónde vamos ahora?

Recordé por una amiga que me dijo que Canden Town era muy bonito, así que decidí ir allí, solo llegué a Londres con billete de ida y vuelta ya que pensé que una vez que llegase allí encontraría algún lugar para dormí. Busque en el gps del móvil algún Hotel donde alojarme y me empecé a dirigir hacía el Hotel, cuando veo que para comprar un billete de metro era totalmente diferente a España, para poder acceder al metro tuve que comprar una tarjeta tipo tarjeta visa recargándolo con dinero como si fuera tarjeta tipo Paypal y que al pasarla con una banda se abría la puerta de acceso. En aquella época me pareció una novedad para mí, pero hoy día poco a poco se va introduciendo en España para ahorrar en papel.

Una vez en el metro ese miedo iba desapareciendo mientras miraba por la ventana, de camino a Londres el metro iba por fuera del subterráneo, miraba los paisajes y las infraestructuras eran tan diferentes a España que pensaba a la vez, una isla y que tuvieran aquellos adelantos.

Tocó hacer el transbordo pero me pareció tan fácil que era como si hubiera vivido allí, todo me era tan familiar que cada vez quedaba más impresionada, ya que las pantallas del metro te avisaba de que metro tenías que coger según la dirección que cogieras, estaba todo tan sincronizado que cada vez me quedaba más maravillada y con ganas de quedarme a vivir allí y probar suerte.

El aeropuerto de Heathrow me pareció enorme en comparación con el aeropuerto de Barcelona o Madrid, pensé que me perdería para salir de allí, y cuando fui a preguntar dónde estaba el metro, me di cuenta que nadie de los trabajadores del aeropuerto sabían hablar español, aunque el chico fotógrafo del avión me había dicho que tenía que hacer,  me sentí perdida igualmente y me impresionó que en un aeropuerto internacional no supieran los empleados hablar español, solo hablaban inglés, francés y no sé qué otro idioma.


No sé por qué motivo tenia aquella sensación pero no sé si era porque provenía que una ciudad como Barcelona o mis escapadas a Madrid… Me era todo tan familiar que allí sentía que volvía a nacer.

Una de las cosas que más me gustaba de aquella gran ciudad era qué la gente iba a su aire, y no te miraba y eso que se me notaba bien claro que era extranjera y recién llegada, no podía evitar que se me viera que andaba medio perdida y desubicada pero allí encontré justo lo que necesitaba y era que nadie me conociera, me sentía como pez en el agua, disfrutando como una niña chica de mi libertad.

Cuando llegué a Candem Town y salí a la calle, y vi aquellos autobuses rojos enormes que solo había visto en películas o aquellas cabinas telefónicas peculiares y que jamás pensé que mis ojos verían, parecía un sueño para mi ver todo aquello. La calle llena de tiendas con letreros y formas totalmente diferentes a lo que había visto en ningún sitio. Encima de la puerta de cada tienda habían zapatos enormes adornando, dragones, sillas, paraguas, etc….  era todo tan alternativo y gótico,  que cada momento que pasaba me sentía más llena por dentro, era como volverme a enamorar, sentía aquellas mariposas en el estómago que cada momento que pasaba más y más plena me sentía.

Mientras más me adentraba por Candem mas impresionada me quedaba, ya que sin saberlo en aquello me di cuenta que era uno de los barrios de Londres más populares. Un lugar muy conocido era el puente de Candem Lock que era donde estaba el mercado, que eso fue lo que más me pareció extraño y era que estaba en una calle toda concurrida de gente, llena de tiendas y que además había un mercado que cuando entré habían puestos y bares de todo tipo que daba al lado a un pequeño rio y que supongo que llegaría hasta el Támesis.

 

No podía dejar de caminar pero me di cuenta que iba con la maleta, así que decidí ir hacía el hotel, y dejar las maletas. Ya era tarde, y estaba cansada del viaje cené antes de llegar en un restaurante que la verdad para pedirme algo me costó porque no entendía la carta y la verdad supuse que un bocadillo de jamón sería difícil de encontrar por allí, me tuve que conformar con una hamburguesa con patatas fritas.

Llegué al hotel, deje todo me metí en la ducha y me acosté para poder madrugar. Al día siguiente aun no sabía dónde ir, así que mire en el móvil los lugares para visitar así que desayune un café con unas tostadas con mermelada, que aunque los desayunos allí es el plato más fuerte del día yo preferí hacerlo a lo español, desayune normal cogí mi cámara de fotos y a caminar.

 

Lo primero que visite fue el Parlamento que una vez estando allí me di cuenta que el parlamente y el Big Ben estaban juntos era como la catedral de Sevilla y la Giralda está todo en el mismo edificio. No podía dejar de hacer fotos, me recordaba yo a mí misma a aquellos turistas que estaban todo el rato “foto, foto, foto” pero claro la primera foto se la hice a una cabina telefónica a la típica londinense de postales. 

Recuerdo cuando llegué a la plaza Trafagar Square, aquel pollo enorme de color azul en medio de la plaza, al policía subido en un cubilete me imagino que para poder ver mejor o más alto…

Otro lugar que visite fue London Edge que se encontraba al lado de London City esto ya por el rio Támesis y decidí caminar por el costado del río hasta que me llevó a un Barco que había sobrevivido a la segunda guerra mundial “HMF Belfast” aquel barco anclado al lado de las Torres de Londres “Tower Bridge” me recordó a la película de Pearl Harbour ya que como bien sabemos el Reino Unido fueron aliados junto a Estados Unidos, Francia y Rusia en la segunda guerra mundial, pero claro supe que no vendría ningún Ben Affleck a salvarme y llevarme en su avión.


Cuando llegué a las torres más impresionada me quedé, como aquel puente siendo un amasijo de hierro soportaban el peso de aquellas dos hermosas y grandes torres que parecía tocar el cielo con la punta del edificio.

Una vez allí vi la catedral de San Paul que quedaba al otro lado del rio, y decidí ir para allá sabía que me quedaba un día mas pero sino aprovechaba al máximo sabía que no me daría tiempo a verlo todo. Mientras tanto foto iba y venía, dejando en ella constancia de una historia el recuerdo de un viaje, y que foto a foto sería como escribir un libro, y que una vez llegada a Tenerife editaría dándole las tonalidades que mi interior sentía. Cuando llegué a la catedral de San Paul donde se casó Lady Diana vi que había una cola que llegaba a la esquina y eran turistas como yo que querían entrar a verla por dentro por el precio de 18 libras. Como mi economía era escasa me conformé con verla por fuera y a sacar fotos para que quedasen en el recuerdo.

Después de allí de camino de vuelta quise pasar por el barrio de China Town, pasé por una tienda de M&M que está justo al lado de la plaza Picadilly Circus para comprarle un regalo a mi hijo. Estando en aquella tienda, me di cuenta cuanto de menos echaba a mi hijo y la locura de quedarme a vivir allí iba desapareciendo, quería volver para volver abrazarlo, poder abrazar a la única persona que he amado de verdad mi hijo.

Fue cuando me di cuenta de que no necesitaba nada ni nadie más para ser feliz, que si yo era feliz podría ver a mi hijo feliz. Así que empecé a disfrutar más de mi escapada y aprovechar los minutos que me quedaban. Una vez que llegué a China Town situado a escasas manzanas de Picadilly Circus, entré en un chino para comer. Recuerdo que las calles estaban adornadas con farolillos y que aquello me recordaba una vez más a todas las películas vistas por la tele. Todo Londres era tan bonito que hasta el color de las calles, edificios, cielo era tan diferente que cada vez que caminaba más embobada me quedaba. 

De vuelta a Camden Town tuve que pasar de nuevo por “London Edges” aquella noria gigantesca que si no hubiera sido por mis vértigos me hubiera subido. Todo el lateral del rio estaba lleno de personas como miraban a los artistas callejeros que habían salido para poder ganarse la vida y mi especial atención quedó en una chica de piel muy blanca, rubia y muy guapa. Ella se llamaba Charlotte Campbell y todos los oídos estaban puestos en ella, y mira que habían artistas cantando pero ella sobresalía de todos los demás.

Otro lugar que no quería dejarme atrás era la estación de St. Pancras que por dentro era espectacular, un mercado lleno de tiendas y con artistas tocando violines en medio de un bar. De camino a Camden pasé por el Palacio de Buckingham y me quedé allí parada mientras miraba el cambio de guardia que justo coincidió la hora. Recuerdo que los guardias reales parecían una mezcla de muñecos de seda con muñecos de cuerda, estaba todo tan sincronizado que nadie pudo evitar e aplaudir cuando terminó el apto.

 

También pase por la calle Constitution Hill y ya una vez allí decidí dar
marcha atrás porque me había desviado para ir a Camden y empecé a darme
cuenta como un montón de personas vestidos de traje que se notaba que
habían terminado de trabajar estaban en las puertas de los bares
bebiendo cerveza.

Me pude enterar que la mayoría de los trabajadores de oficinas a partir de las tres de la tarde era como un ritual, bajar al bar y beber cerveza y que así se podían pasar horas y horas hasta que anocheciera sobre las siete de la tarde hora que cenan los ingleses y se van a dormir hasta el día siguiente, ya que son muy madrugadores. La noche llegaba y había llegado a Camden Town, me fui al hotel me pegué una ducha y decidí salir a cenar, ya que a pesar de que los ingleses cenan pronto al ser una ciudad turística está abierto todo prácticamente las 24 horas. Me pude dar cuenta que era una ciudad muy tranquila y que podías caminar sola por las calles sin que te pasara nada. 

El lugar donde decidí ir a cenar a Côte Brasserie situado al lado del ParK Rd un parque donde los deportistas salen a hacer deporte a todas horas. Aquel lugar Camden me pareció mágico, especial, un lugar donde volver si regresaba a Londres y que aconsejo ir a visitar a todo aquel que no haya ido nunca a Londres. Lo que al final parecía un viaje de escapada, resultó ser para mí el mayor viaje de retiro espiritual, llegando renovada. Retiro porque en aquellos días apenas hablaba con nadie ya que no me entendía con el idioma, solo conseguí hablar con unos estudiantes españoles que estaban de paseo por las Torres de Londres pero por lo demás me las pase conmigo misma y hablando con mi interior, dejando reflejado cada pasó de mi viaje plasmada en fotografías.

 

Me pude enterar que la mayoría de los trabajadores de oficinas a partir de las tres de la tarde era como un ritual, bajar al bar y beber cerveza y que así se podían pasar horas y horas hasta que anocheciera sobre las siete de la tarde hora que cenan los ingleses y se van a dormir hasta el día siguiente, ya que son muy madrugadores. La noche llegaba y había llegado a Camden Town, me fui al hotel me pegué una ducha y decidí salir a cenar, ya que a pesar de que los ingleses cenan pronto al ser una ciudad turística está abierto todo prácticamente las 24 horas. Me pude dar cuenta que era una ciudad muy tranquila y que podías caminar sola por las calles sin que te pasara nada. 

El lugar donde decidí ir a cenar a Côte Brasserie situado al lado del ParK Rd un parque donde los deportistas salen a hacer deporte a todas horas. Aquel lugar Camden me pareció mágico, especial, un lugar donde volver si regresaba a Londres y que aconsejo ir a visitar a todo aquel que no haya ido nunca a Londres. Lo que al final parecía un viaje de escapada, resultó ser para mí el mayor viaje de retiro espiritual, llegando renovada. Retiro porque en aquellos días apenas hablaba con nadie ya que no me entendía con el idioma, solo conseguí hablar con unos estudiantes españoles que estaban de paseo por las Torres de Londres pero por lo demás me las pase conmigo misma y hablando con mi interior, dejando reflejado cada pasó de mi viaje plasmada en fotografías.

Llegaba el último día, me levanté y decidí no ir a ningún lugar. Me quedé hasta las tantas en la cama, me apetecía. Me levanté pasada las diez, no quise desayunar en el Hotel. Quería disfrutar de Camden todo el día y eso hice. Me fui al mercado y allí me encontré con una peluquería que me resultó muy gracioso el nombre pero por lo Español que era “Pepi´s” en la puerta había una muñeca con una peluca de resta.


Me enteré que eran de españoles porque entre ellos hablaban en mi idioma. Así que decidí entrar a pedir consejos de donde ir mi último día sin moverme de Camden. Me dijeron que aprovechase para comprar en el mercadillo, entonces fue cuando me dijeron que habían puesto que podía regatear y para comer me recomendaron dos bares que ponían comida española a buen precio aunque claro yo era consciente de que la calidad de vida en Londres era cara pero  ya para lo que me quedaba dije un día es un día se llamaban “el Bar Gansa” y “Jamón Jamón”

Llegó el día de la despedida, esta vez decidí levantarme temprano me daba miedo llegar tarde al aeropuerto y sabía que el trayecto duraría más de una hora. Así que recogí todo pronto, me fui a la estación de metro y camino al aeropuerto de vuelta a casa. Estando allí cada vez era más grande mi necesidad de llegar a mi casa y poder abrazar a mi hijo.

Pasaban las horas en aquel súper aeropuerto muy lentas, donde decidí invertir el tiempo en reflexionar sobre mi viaje, un viaje que al final resulto ser auto terapéutico, renovador y que me hizo coger el impulso para comprender muchas cosas. Un viaje con visitas turísticas relámpago pero me hizo ver que si te lo propones todo se puede, sé que me dejé muchas cosas por ver, pero también sé que algún día volveré pero no para sanar heridas, si no para disfrutar de unas vacaciones o bien sola o acompañada aún no lo sé pero de lo que sí sé de qué la vida es solo una, que hay que vivir el aquí y el ahora, y que el ahora que estoy viviendo será mi futuro. Que si algo quiero tengo que trabajarlo, y que con perseverancia todo puede ser posible. Aquella ciudad como Londres me hizo reflexionar, y hoy día doy las gracias por el regalo más grande que tuve y fue “ABRIR LOS OJOS”